domingo, 7 de enero de 2018

Poema navideño

La primera vez
que escuché la puerta del vecino
alguien me dijo
"tranquilo
son los de al lado".
Hoy la luna está redonda como un plato.
La acción repetida es repetida en silencio,
y la puerta del vecino es ya hace mucho la puerta del vecino.
La gata se estira como una medialuna
y me mira fuerte fuerte,
pero nunca tan fuerte como una palabra sola.
En la casa los silencios son muchos y distintos.
Los hay llenos hasta el borde.
Hay silencios que parecen querer decirse a cada minuto
como un nene.
Están también los pesados, los muy parecidos a las nubes,
los tranquilos, los dolorosos.
Están los silencios navideños, los de todos los días, los silencios de lujo,
los borrachos, los cansados.
La gata abre la luz con una pata, hace equilibrio sobre un fósforo,
me mira y me dice la última oración de todos mis libros.
La gata es un fantasma hermoso que nada en un fantasma horrible.
Al lado las lucecitas del vecino prenden y apagan erráticamente.

Intento
sin éxito
encontrar un patrón
antes de dormirme.

2 comentarios:

Indalea dijo...

Tu volver, y tu poema: me sentí en casa. Patio. Mi gata y tanto silencio. La alegría de leerte se desparrama entre palabras. Abrazo, Fede.

'-.-' dijo...

Que buena vuelta, bienvenido