jueves, 25 de marzo de 2010

Pregón

Te hubiera dejado
ésta vez
desafilarme
la punta de los dedos,
descargarme
el calibre de los ojos
desanudarme
la copa espesísima del pecho,
la asmática pereza
del árbol de mí mismo.



Me hubiera mostrado solícito a tu hambre,
te hubiera servido en bandeja mis manos
derretidas en tu vientre,
mis uñas arando
y mi lengua que repta las paredes de la pieza
erosionando
una multitud de silencios
desafinados.



Me hubiera dejado consumir mansamente
como el llanto del tabaco
como ésta hoja fluoresciendo entre las llamas,
como la pena atragantada


de callarse

tu nombre

por la noche,




de taparse desesperadamente los ojos
en frente de los cuervos.

lunes, 8 de marzo de 2010

Lo que quede de la tarde II

a Lucía..................

Reubicar
el espacio anguloso
que queda
de pronto entre los meses,

guardar

todos los juguetes rojos que se fueron dispersando
sobre el mapa de tu cuerpo

volver a látigo contra mis muebles.



Pensar,
cuántos poemas caben
entre tu casa y mi casa,
cuántos poemas quedan
para tacharte.


El otoño está oportunamente cerca
cuando éstas cosas duelen raro,
distinto,
como ablandadas en un licor de leña.


Nuevamente


eternamente


juntaré mi nombre de entre las hojas
sin encontrar todas las letras
y veré la película de miel que
-otra vez-
se unta sobre las cosas
para oscurecerlas,
para hacerlas de vuelta mías.



Hoy tengo un nuevo marzo bajo la lengua,
un nuevo mármol creciéndome en los ojos.

Un río quemado donde me acuesto,
una mordaza de tilo.


Un laberinto de nueces, descalzo.



Y el punto técnico de nieve que te destiñe los ojos.

Y tu pelo largo sobre la ruta, sobre las casas,
sobre mi parque y el piano.



La muy cansada aparición del ángel de tabaco
esparcido sobre las hojas.

domingo, 7 de marzo de 2010

Lo que quede de la tarde I

a Lucía.....................


Mis manos y el abismo que tu piel no disimula,
la escalera descendente
de sentirte cada vez un poco lejos.


Te licuabas en mi abrazo.


Yo apretaba fuerte las mandíbulas,
manoteaba entre la tierra de tu cuerpo que se iba,
caía,
quería por favor colgarme de tu boca.



Vos me brotabas de las manos, me mojabas el silencio.


Tus pies,
el árbol de nácar que ahora ardía sin remedio entre mis dedos
falsos
mis dedos de piano y de libro,
mis dedos que no sirven para retener la arena de tu voz callando.



Tus pies

cayendo por la curva de la noche hasta cualquier incierto lejos
en cualquier habitación elemental
que agujerea con un fósforo chiquito la pared de mi pupila.



Te rompías desde adentro,
te borrabas cada vez un poco con el trazo de mi aliento.



Yo sentía una ciudad gritar de frío
escribirme un pedido de limosna en la planta de los pies.



Entonces estuviste al otro lado de mi cuerpo,
hemisferios alejada de la noche.



Pronto cayó una línea contra el pavimento
para dejar en claro
las dos mitades nuevas de la tierra.



Mi mano bajaba por algo que no era ya tu vientre.



Tus ojos,
esa moneda caída del sueño que a veces brilla al despertarnos.



Subí al colectivo, miré los escalones en silencio.


Afuera,
una isla de plata volvía a hundirse en el secreto.









Pensé en vos toda la noche.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Peldaño

Para que Tamara siga soñando cosas raras


Una burbuja negra en el centro del pecho,
odiar la cola que el tiempo arrastra,
los cigarrillos caídos.


Gritar profundamente,
GRITAR

en un hueco submarino bajo la tráquea,
gritar con las uñas y los labios,
con la arboleda que danza en el palco del brazo,
llorar la sal perdida,
los senos absurdos de sal perdida que obstruyen de pronto la puerta de la casa
ablandándose al sol,
hablándole al sol, amblando en el sol, arramblando la fiebre del sol hasta mi frente
lisa
donde la arena da golpecitos con la palma de la mano,
donde cuervos verticales descansan rasgando papeles viejos
que me nievan en los ojos.


Levanto la vista y corro alrededor de mis tobillos,
dibujo un grillete de luz
para amarrarme al día.

 


Pero la burbuja crece, los gritos siguen,
del techo se filtra la barba de un miedo espantoso apoyado sobre la casa.
Yo quiero recuperar mis manos.
Y la mira que brilla con filo perfecto en la cruz de la duda,
en el eje mismo donde el azar se pierde.








((((Una burbuja negra donde los gritos resbalan como planetas ciegos,
como la sangre del universo corriendo su carrera idiota hacia la nada.))))




Un apretar tan fuerte la boca que me asfixio.