viernes, 3 de diciembre de 2010

3

Corro.


La marioneta presa de los huesos
baila penosamente,
en determinado momento cae sobre el asfalto

un jarrón detonado que vuelca todas sus flores,
agujas de plata cantando a la luna su voz sinusoide.


Los autos empujan un dique de miel con el hocico.
Corren a lamer tranquilamente el cemento a la sombra de un buque dorado.


Yo corro para los búhos que giran a mirarme.
Para dejar en la calle el mapa incoherente de mis huesos.


La luna baja una escalera de harina entre las hojas
intermitente y aguda,
y un oleaje de vidrio molido rebalsa el hocico de todos los perros.

La luna es poco más que un fantasma conocido.



Me alejo. Me alejo cada vez.

Corro para abajo.

Corro para romper con la cabeza el espejo estúpido de los grillos.

El balazo inmóvil del mañana.



Corro arrastrando dos alas deformes por el piso.




Pronto,



la noche abrirá para mí sus piernas.

jueves, 2 de diciembre de 2010

2

Una gota que deja de caer en un charco que deja de estar
y la lana perfumada donde apoyo la cabeza a la hora del silencio.

Una urgencia playa,
donde los pájaros beben sin miedo
toca uno por uno los timbres del libro.

Las ventanas estiran el triángulo gomoso de su voz.
Reclaman mil monedas perdidas.



Sobre mi silla, el té se enfría.
El humo se va acortando como una bandera en llamas.



Debo decir algo de mí.

Algo que me devuelva mi rostro.



Debo encontrar una pequeña ventana en el pecho para mirarme.



Debo encontrar una pequeña ventana donde apuntar las piedras.

martes, 23 de noviembre de 2010

1

Voy a apretar los dientes y los puños,
voy a aplastar el cráneo de oveja que se abre en flor
con el sol verdoso del miedo,
voy a ser de nuevo mi piel y mis manos, mis labios de luna seca.



Empujado hasta un país de plumas,
despertaré de entre los lirios
con un oro rojo bajo la lengua,
hermoso y helado.



Pero el beso es un paño de fuego sobre la boca,
y las corolas buscan abrirse
y duelen como muslos fundidos a la altura del sexo,
y una fiebre cansada y en blanco posa
su mano de alcohol en mi hombro.



Voy a volver a la tierra en un ancla de cobre,

voy a ser de nuevo el fantasma de hiedra
que por la noche besa a las estatuas.


Voy a abrir el cofre de todos los perros dormidos,
voy a volver a la luna en un aullido.


Voy a apretar los dientes y los puños,



a sangrar en voz muy baja.

sábado, 31 de julio de 2010

Servilleta

                                                                        A Bárbara

Quisiera
leer en tu frente
un ala de arena,


el camino de hormigas en llamas
de tu boca
en mi boca.



Quisiera,
quisiera tanto,
caer en vos
y morderme la lengua,
tu pelo una momia de azúcar sobre mi rostro.



Hoy desperté con un sol tan hueco,
el motor preciso del café en los movimientos,
la gota perdida que marca una luna de barro
en la comisura del labio.



La hierba de azúcar quemada que te crece por el cuello.
Tu forma cansada de cerrar los ojos cerca de las doce.


El pozo de sal en el fondo del beso.



Quisiera
quemar
de cuajo
ésta ciudad de minutos boquiabiertos,

clausurar el portal del bostezo
por donde escapan a pequeños saltos
todos los zorros de la tarde.



Quisiera

sólo verte

a la vuelta de éste espejo
insoportable
que se volvió el invierno.

martes, 20 de abril de 2010

Lo que quede de la tarde III

                                                                               A Lucía


De lejos


quisiera que fueras tres veranos menos,

la humareda de sangre sobre las sienes.



Hoy casi te necesito.


Una pantera de mármol se frota en silencio contra mi pierna,
yo ni siquiera canto.




Hay un vértigo lento en el borde de tu ausencia.




Un libro pinchado que riega mi cama de letras.




Y tus manos finas,


las velas que crecen por toda la luna.

jueves, 25 de marzo de 2010

Pregón

Te hubiera dejado
ésta vez
desafilarme
la punta de los dedos,
descargarme
el calibre de los ojos
desanudarme
la copa espesísima del pecho,
la asmática pereza
del árbol de mí mismo.



Me hubiera mostrado solícito a tu hambre,
te hubiera servido en bandeja mis manos
derretidas en tu vientre,
mis uñas arando
y mi lengua que repta las paredes de la pieza
erosionando
una multitud de silencios
desafinados.



Me hubiera dejado consumir mansamente
como el llanto del tabaco
como ésta hoja fluoresciendo entre las llamas,
como la pena atragantada


de callarse

tu nombre

por la noche,




de taparse desesperadamente los ojos
en frente de los cuervos.

lunes, 8 de marzo de 2010

Lo que quede de la tarde II

a Lucía..................

Reubicar
el espacio anguloso
que queda
de pronto entre los meses,

guardar

todos los juguetes rojos que se fueron dispersando
sobre el mapa de tu cuerpo

volver a látigo contra mis muebles.



Pensar,
cuántos poemas caben
entre tu casa y mi casa,
cuántos poemas quedan
para tacharte.


El otoño está oportunamente cerca
cuando éstas cosas duelen raro,
distinto,
como ablandadas en un licor de leña.


Nuevamente


eternamente


juntaré mi nombre de entre las hojas
sin encontrar todas las letras
y veré la película de miel que
-otra vez-
se unta sobre las cosas
para oscurecerlas,
para hacerlas de vuelta mías.



Hoy tengo un nuevo marzo bajo la lengua,
un nuevo mármol creciéndome en los ojos.

Un río quemado donde me acuesto,
una mordaza de tilo.


Un laberinto de nueces, descalzo.



Y el punto técnico de nieve que te destiñe los ojos.

Y tu pelo largo sobre la ruta, sobre las casas,
sobre mi parque y el piano.



La muy cansada aparición del ángel de tabaco
esparcido sobre las hojas.

domingo, 7 de marzo de 2010

Lo que quede de la tarde I

a Lucía.....................


Mis manos y el abismo que tu piel no disimula,
la escalera descendente
de sentirte cada vez un poco lejos.


Te licuabas en mi abrazo.


Yo apretaba fuerte las mandíbulas,
manoteaba entre la tierra de tu cuerpo que se iba,
caía,
quería por favor colgarme de tu boca.



Vos me brotabas de las manos, me mojabas el silencio.


Tus pies,
el árbol de nácar que ahora ardía sin remedio entre mis dedos
falsos
mis dedos de piano y de libro,
mis dedos que no sirven para retener la arena de tu voz callando.



Tus pies

cayendo por la curva de la noche hasta cualquier incierto lejos
en cualquier habitación elemental
que agujerea con un fósforo chiquito la pared de mi pupila.



Te rompías desde adentro,
te borrabas cada vez un poco con el trazo de mi aliento.



Yo sentía una ciudad gritar de frío
escribirme un pedido de limosna en la planta de los pies.



Entonces estuviste al otro lado de mi cuerpo,
hemisferios alejada de la noche.



Pronto cayó una línea contra el pavimento
para dejar en claro
las dos mitades nuevas de la tierra.



Mi mano bajaba por algo que no era ya tu vientre.



Tus ojos,
esa moneda caída del sueño que a veces brilla al despertarnos.



Subí al colectivo, miré los escalones en silencio.


Afuera,
una isla de plata volvía a hundirse en el secreto.









Pensé en vos toda la noche.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Peldaño

Para que Tamara siga soñando cosas raras


Una burbuja negra en el centro del pecho,
odiar la cola que el tiempo arrastra,
los cigarrillos caídos.


Gritar profundamente,
GRITAR

en un hueco submarino bajo la tráquea,
gritar con las uñas y los labios,
con la arboleda que danza en el palco del brazo,
llorar la sal perdida,
los senos absurdos de sal perdida que obstruyen de pronto la puerta de la casa
ablandándose al sol,
hablándole al sol, amblando en el sol, arramblando la fiebre del sol hasta mi frente
lisa
donde la arena da golpecitos con la palma de la mano,
donde cuervos verticales descansan rasgando papeles viejos
que me nievan en los ojos.


Levanto la vista y corro alrededor de mis tobillos,
dibujo un grillete de luz
para amarrarme al día.

 


Pero la burbuja crece, los gritos siguen,
del techo se filtra la barba de un miedo espantoso apoyado sobre la casa.
Yo quiero recuperar mis manos.
Y la mira que brilla con filo perfecto en la cruz de la duda,
en el eje mismo donde el azar se pierde.








((((Una burbuja negra donde los gritos resbalan como planetas ciegos,
como la sangre del universo corriendo su carrera idiota hacia la nada.))))




Un apretar tan fuerte la boca que me asfixio.

martes, 2 de febrero de 2010

Pensamiento

Llueve.




Un afiche de canas y el reloj del agua.

La tarde empieza por despellejarse de a poco la vaina de los ojos,
estirar las venas por el suelo.


Miro por la ventana y soy un preso.


La persiana afuera vibra,
se la pasa escupiendo dientes de vidrio.



Lejos


bajo ésta lluvia que es otra lluvia,


hay una ventana tuya.


Asomada apenas,
la sombra te dibuja en el rostro
un mapa de pana.


Hay una taza de té,
un árbol de humo en la taza de té.


Un libro se salpica constantemente, gana un párrafo por cada gota.
Sobre la tapa, tres igloos mínimos guardan la flor del eucalipto,
tres balas de llanto.


Entonces el viento entra, un viento dicho al oído.
Tiene olor a pan y a suéter.


Te agarra frío.

Te acurrucas, envuelta a medias
y tus clavículas asoman como lanzas, como alas de bronce.


Abajo, las zapatillas huecas,
tus piernas llegando al otro lado del mundo.


El té entre las manos como un corazón suplente
te ablanda la letra de los dedos,
remueve los párrafos de sangre.



Yo miro por la ventana y soy un preso.


Desganado,
me sacudo la ceniza de los ojos.


Canto un poco
con los labios apretados
para sentir las escamas del aire

mientras medito

la chance

de que alguna de las gotas que miremos
sea la misma.

miércoles, 27 de enero de 2010

Secreto

Secreto, penumbra larga sobre los dedos. Las plumas caen, tus manos no dichas, tus manos en mi pecho y un collar de cisnes que nadan alrededor de tu cuello, ésta es la hora señalada, la hora cerrando la boca. Vas a caminar por toda mi sangre, vas a pisarme el aire. No digas nada. Hundíme en la mina de tu vientre, en la pura mentira de tenerte donde la espuma duerme. La dureza de piedras verdes. Hay sirenas de fruta muriendo en el sol, y un elemento alado se posa a leernos un salmo de bestias. Hay silencio. La vendimia de árboles rubios creciendo de golpe entre tus senos como una canción en llamas.




Yo lo siento.



Vendrás a buscarme en la noche,

perdida y oscura,



como un secreto gritado bajo la tierra.

jueves, 21 de enero de 2010

Dedicatoria

Calmáte, mirá bien
no mires tanto.

Yo sé qué vientos de asma son los que circulan
lado a lado de tu cama.


Escuchá una cosa,
escucháme un poco
mientras me lleno
la boca de cangrejos.


Todavía sos la pulpa azul que dentro de tu mano hierve,




la niña a la que el fuego le quitó el color de ojos.

miércoles, 13 de enero de 2010

sublimación

Quieto
voy esfumándome
en silencio.



Los árboles recorren en puntas de pié
distancias imperceptibles.


Desaparezco.


Desaparezco por saber cosas como ésta.


Busco un anillo de miel para cortejar la hierba,
una sílaba de fuego
cerca de la noche.


El sol es un estómago de lirios,
ríe como un padre.


El sol no escuchará mi rezo.

Virará aturdido en su círculo de bombas,
la tierra y su raíz de pólvora,
sus infinitos muertos fluorescentes.



Desaparezco, callado,
me deshago en silencio como se hacen de la nada las piedras
cuando nadie está mirando.



La noche transparente,
la noche un puro peso de fantasmas

recorre mi pelo,
me deja besos en la frente.


Desaparezco, lo sé.



En silencio y dormido y callado y torcido y con el corazón taponado
................................................................./ de plumas



desparezco.