lunes, 25 de junio de 2007

Sin con

I

Retorno en torno tornado al tornasol lunar en la plumífera aleta
fuselaje de margaritas donde alguna vez rastrillé
con la herramienta de una caricia
regreso gris gregario engrasando de soles las noches
que yo quise anudar
al pez temporal que abandona mi sangre sobre las horas
de holas olas
cuando entonces
masticando la estrella de pensar en vos
se que sos vos
y sos sido.


II

No dijiste que ibas a crecer, vos,
abeja blanco negro textil de moda sobre el corazón al aire
vos y tu polen plateado polar policiaco de infancias mano en lata y en luto
vos diapasón bronca vibrando mezclándome la voz al árbol
que no dura para siempre
que no ablanda para nuncas
vos voz entierrada de cuerpos nones en el grito blanco de callar
no dijiste que ibas a crecer

nunca dijiste

dijiste nunca

lunes, 11 de junio de 2007

Ejemplo bipolar

Pateaste con pié de proa un iceberg de hojas secas, el busto de un prócer de cartón deforme, las lentejuelas descompuestas que ya no guiñaban al sol. Te pateaste vos, pateaste tu pié pateándote. Pateaste el logotipo del otoño queriendo patear el otoño. Pateaste el sol y rodó hasta caerse por la canaleta horizontal del oeste. Pateaste la luna después, primero pateaste algunas estrellas y le pegaste en la boca de engrudo. Pateaste la tierra e hiciste equilibrio en puntas de pié.
Necesitabas mirarte a los ojos y engarzarlos de caracoles verdes, edulcorarte de mar la geología de la espalda, llenar de lagos carnívoros de luna el camino de tu espina. Llenarte las manos de países desclavados del mundo. Desenraizarte las plantas de los pies.
Necesitabas darte la mano, darte un abrazo, besarte, darte una palmada en el hombro derecho con el brazo derecho, necesitabas pararte al lado tuyo y mirarse juntos al espejo cuádruple de perdón. Necesitabas urgentemente aceptar la mitad que sos cuando estás entero.
Necesitabas multiplicar por cero los pedazos de vidrio de soles quemados cuando caminabas descalzo por la duna cerámica de cuerpos enfriados en la temperatura que queda al final del beso, en la sola piel reptil de todas las palabras que se dicen cuando termina la voz y empiezan las palabras.

Necesitabas todo y lo pateaste.

Pero te entiendo.

Necesitabas decirte esto.

A vos me hablo.

jueves, 7 de junio de 2007

Algunas maneras de extrañar vacaciones

Allí sumergidos en el vino espeso
del verano morocho y nocturno,
la planta espectral del fuego
acariciándonos los pies,
la voz como un gusano fluorescente
saltando de boca en boca, la voz sola color
callando a gritos las palabras,
las notas acres, manchadas de madera y humo
y toda una boca nosotros
lamiendo fuego.

Verano lejos.

Cosiendo mi punto de vista no llego a zurcir la herida de ya no ver,

cuando te oigo respirar hundido en mi médano de lana
tiritando,
golpeando a tu ventana de vidrio espirituoso
con estos nudillos secos.

sábado, 2 de junio de 2007

Síntoma de responsabilidad seguramente asociado a una película y una gripe

Cuento atrás, dejadas al costado las escenas colgantes alrededor del péndulo en que se hamaca la memoria, toca sacar la cara de la nuca y mirar derecho. Detrás tintinearán las horas, percutiéndose entre si con sus bordes filosos, los días oscilantes como enormes corbatas de chapa, cortando al que ose caminar hacia atrás sin los ojos de la espalda, los ojos que ahora se erectan en los ojos. Detrás habrá un dialecto de ruidos prehistóricos, idiomas de nuca, conversaciones que siempre dicen “haré” en algún tiempo ya hecho. Todo eso queda detrás, alándonos de gris manera. Pero en algún momento toca sacar la cara de la nuca y mirar derecho. A pesar de que por lo menos seis manos nos acaricien los talones. A pesar de que al dar el primer paso perdamos toda posibilidad de haber dado un primer paso. Y nos anochezcamos, sobre todo en la mirada y en las manos con más piel que las manos. Hace falta sacar la cara de la nuca y mirar derecho. Tener la cara donde corresponde. Y nada de apoyar el rostro en el cuello, en la pera, la boca en la oreja. No. La cara sobre la cara. Y si llueve de frente nos lloramos rebobinando. Y si nos quitan espaldas les damos la cara. Y si nos apuntan cargamos el cañón del pecho. Y si nos rompen el balcón de la boca dejamos caer la voz en los poemas. Pero de frente. Con el rostro encastrado en el rostro. Sin valor. Pero de frente. Enfermos de orquídeas. Pero de frente. Con las manos cruzadas en la espalda, de frente. Muertos y enterrados y olvidados y sepultados boca abajo, de frente. Mirando atrás, de frente. El tiempo nos exige que le miremos a la cara para escupirnos.
Si no, ni eso.