sábado, 2 de junio de 2007

Síntoma de responsabilidad seguramente asociado a una película y una gripe

Cuento atrás, dejadas al costado las escenas colgantes alrededor del péndulo en que se hamaca la memoria, toca sacar la cara de la nuca y mirar derecho. Detrás tintinearán las horas, percutiéndose entre si con sus bordes filosos, los días oscilantes como enormes corbatas de chapa, cortando al que ose caminar hacia atrás sin los ojos de la espalda, los ojos que ahora se erectan en los ojos. Detrás habrá un dialecto de ruidos prehistóricos, idiomas de nuca, conversaciones que siempre dicen “haré” en algún tiempo ya hecho. Todo eso queda detrás, alándonos de gris manera. Pero en algún momento toca sacar la cara de la nuca y mirar derecho. A pesar de que por lo menos seis manos nos acaricien los talones. A pesar de que al dar el primer paso perdamos toda posibilidad de haber dado un primer paso. Y nos anochezcamos, sobre todo en la mirada y en las manos con más piel que las manos. Hace falta sacar la cara de la nuca y mirar derecho. Tener la cara donde corresponde. Y nada de apoyar el rostro en el cuello, en la pera, la boca en la oreja. No. La cara sobre la cara. Y si llueve de frente nos lloramos rebobinando. Y si nos quitan espaldas les damos la cara. Y si nos apuntan cargamos el cañón del pecho. Y si nos rompen el balcón de la boca dejamos caer la voz en los poemas. Pero de frente. Con el rostro encastrado en el rostro. Sin valor. Pero de frente. Enfermos de orquídeas. Pero de frente. Con las manos cruzadas en la espalda, de frente. Muertos y enterrados y olvidados y sepultados boca abajo, de frente. Mirando atrás, de frente. El tiempo nos exige que le miremos a la cara para escupirnos.
Si no, ni eso.

1 comentario:

Mandrágora dijo...

Fede...
Me recuerda a una terrible cita de mafalda "estoy decidida a enfrentar la realidad, así que en cuanto se ponga linda, me avisan". Ella está de espaldas en el dibujo.

Últimamente me venía sintiendo un poco Mafalda, por esos avatares incontenibles de la realidad. Pero sabemos que dar la espalda es una necia negación. Creo que dejar que el tiempo nos escupa en la cara es reivindicarnos como seres humanos y pensantes. Aunque debo decirte, que lo que el tiempo nunca espera, es que le escupamos la cara a él.

Un abrazo.