Corro.
La marioneta presa de los huesos
baila penosamente,
en determinado momento cae sobre el asfalto
un jarrón detonado que vuelca todas sus flores,
agujas de plata cantando a la luna su voz sinusoide.
Los autos empujan un dique de miel con el hocico.
Corren a lamer tranquilamente el cemento a la sombra de un buque dorado.
Yo corro para los búhos que giran a mirarme.
Para dejar en la calle el mapa incoherente de mis huesos.
La luna baja una escalera de harina entre las hojas
intermitente y aguda,
y un oleaje de vidrio molido rebalsa el hocico de todos los perros.
La luna es poco más que un fantasma conocido.
Me alejo. Me alejo cada vez.
Corro para abajo.
Corro para romper con la cabeza el espejo estúpido de los grillos.
El balazo inmóvil del mañana.
Corro arrastrando dos alas deformes por el piso.
Pronto,
la noche abrirá para mí sus piernas.
Escena diurna
Hace 13 años
3 comentarios:
Yo jamas tengo palabras para explicar cuanto me gusta leerte.
Inmensa... es la palabra... me siento inmensa cuando te leo.
besos
Vef
ese final fede... waaawww.
qué bueno. excelentes imágenes además.
"...Corro arrastrando dos alas deformes por el piso..."
qué buenoo!!!
me gusta siemrpre.
abrazo
Te leo, Fede. Actualizá el blog, che.
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