"sangre del ceibal
que se vuelve flor
yo no se por qué
hoy me hiere más
tu señal de amor"
La noche y la pena
son suficientes
para hundir los pies en la zamba.
Yo que no te veo
estoy seguro
que tus tendones brillan al momento de nombrarte,
y una ciudad de fuego te late entre las sábanas.
Dejáme cantarte de lejos.
Dejáme ésta flama dulce bajo la lengua,
ésta paz de derretirse.
Un perfume morado recorre la curvatura del silencio,
lava la luz,
marca una textura de abismo en la silla vacía.
Yo que no te veo
estoy seguro
de que tus piés se retuercen un poco
y la boca te mata
cuando cantando
te nombro
en voz alta.
Escena diurna
Hace 14 años
1 comentario:
aplaudiendo de pie, y desaforada...
(después habrá tiempo de decirme, mesura! y acomodarme un poco el pelo antes de abandonar el concierto)
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