En ese momento, mirándome
con la cara emergiendo desde la barba de la sombra,
parecía
que tu alma hubiese apoyado desde adentro el dedo índice
en cada uno de tus ojos.
Recuerdo oír el chirrido eléctrico,
-como cuando dos mariposas de lata se aparean-
que eran tus ojos girando
sobre su propio eje
como una tierra mucho más valiosa
de carruseles apeninos,
dos hormonas de perfume azul escurriéndose en la barba de la noche.
Yo, que te olía la voz,
tenía un bonete de luna y orejas de burro.
Calculaba centilitros
-creo-
de una jalea de zodíacos molidos que circulaba
de
....tu boca
................a
..................la mía
cuando la pulseada de pulpos
nos ventosaba
y entre las lenguas desmenuzábamos un mundo.
Escena diurna
Hace 14 años