martes, 27 de octubre de 2009

Alrededor

Alrededor, en todo momento, descienden las cenizas
de conejos incendiados,
la nieve negra
de la luna menstruando.

Yo camino y es inútil.
Yo sueño con las piernas arqueadas de la ola que rompe
al otro lado del silencio.

Abro, las manos se me llenan de ceniza.
El naranjo equilibrado sobre un brazo de sirena
se eleva como una marioneta indefinida.

El naranjo es el diablo a tres minutos de las doce.

Me siento a contemplarlo, y un árbol dentro mío retrocede.

Una estancia permanente en el palacio de lluvia,
el secreto lento del carbón entre las manos.

Yo ya no camino y es inútil.

Y ya no quiero las luces nerviosas en la yema de los dedos
ni quiero cabellos de polen,
no quiero aún la sangre perdida
que entre las piedras germina para inventar otra rosa
todavía más triste.


Yo ya no quiero nada.


Es el silencio,
la anestesia de agujerearse los oídos
de una música vacía,
la condena al rosario de las lunas
que quedan por talar
para que el verano
se derrumbe.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Miércoles

"sangre del ceibal
que se vuelve flor
yo no se por qué
hoy me hiere más
tu señal de amor"


La noche y la pena
son suficientes
para hundir los pies en la zamba.

Yo que no te veo
estoy seguro
que tus tendones brillan al momento de nombrarte,
y una ciudad de fuego te late entre las sábanas.

Dejáme cantarte de lejos.

Dejáme ésta flama dulce bajo la lengua,
ésta paz de derretirse.

Un perfume morado recorre la curvatura del silencio,
lava la luz,
marca una textura de abismo en la silla vacía.


Yo que no te veo
estoy seguro

de que tus piés se retuercen un poco

y la boca te mata

cuando cantando
te nombro

en voz alta.

domingo, 18 de octubre de 2009

Domingo

Ante el rotundo fracaso de la primera "semana poética" (así llamada por mi carísima poeta yorugua Laura Verónica Alonso), esta vuelta voy a tratar de, aunque sea, completar con algo día por medio.



A pesar de todo
seguimos
a muerte por la luz.

Una hormiga camina en la circunferencia del verano,
una hormiga en los labios.

Algunas de las cosas fundieron el papel
con la incandescencia del celo.

Pero yo sigo,
inválido
rezando en la orilla del sueño
por ingresar al alba.

Afuera, la luna descuelga una melena de peces y plata
a los pies del hornero.

Un sonido mínimo,
un tacón de libélulas que orada la mejilla del agua
baja y quebradiza
como una clavícula en el beso
como los libros guardados.

Estoy en la espuma que sube de las veredas,
en los perros que de noche se diluyen en los árboles.

Estoy secretamente en su frente cuando se incendia.



Toda la mentira existe

solamente

para mirarse sangrar
con la cabeza bien alta.