sábado, 22 de agosto de 2009

Sábado

Abrió la boca bien grande,
dijo 33
y las nubes se veían en el subte de su garganta
arremolinándose,
lustrando pájaros con un golpe de guata.

La besé hasta el vértigo.

Afuera otra tarde arrastraba un vientre de sierpe
sobre los cardos,
dentro de la copa de los árboles
empezaban a puntear
esos pares de gemas tan usuales,
esos
como ojos.

Ella cerró la boca bien lejos
y callaron los llamadores de ángeles.

Tenía en la punta de la nariz
una gota póstuma de sol
que se notaba mucho.

Yo la perdí de vista,
empecé a cavar entre los azulejos
para encontrar su cuerpo.

La boca me nevaba.

Cerca de las ocho
el sillón se enroscó como una bola.

Sólo un pelo quedaba, como un horizonte usado
arqueado en el lavamanos
para tejer
una letra
suya.

jueves, 20 de agosto de 2009

Jueves

Un segundo de la tarde
y el mundo visto desde afuera como una pupila mágica,
la llave circular del agua.

Ella se miraba el ombligo a través del sueter
inspeccionando con los dedos,
cada vez que presionaba
un poco con las uñas
estallaban en arcadas los volcanes de la tierra.

Lejos, la escalera de lata del café
golpeando las ventanas,
y un piano en un cuarto vacío se vuelve toro
sin que nadie lo sepa.

Ella se sigue mirando el ombligo a través de las manos
tres pulpos de vidrio se hamacan
sobre su cabeza
jugando a la mamá,
a embrionar soles de servilleta quemada.

Lejos, un piano en un cuarto vacío
le llora.

Yo nunca.

-Apoyado en la puerta de un cuarto vacío
escribo éstas lineas-.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Miércoles

El sol era una nuez de adán
y adán bailaba
revolviendo un menjurje de palomas y luna
con la punta de la lengua,
adán era desnudo y manso
cuando hormigas de espuma circulaban
en la urbanidad de sus pliegues,
cavaban ciegamente un camino de relámpago,
encordadas de luz
rompían la siesta
con un espasmo.

Adán ponía en blanco los ojos, los ojos llenos de leche
como perlas en el barro,
adán apretaba los puños,
los puños que fueron mano y las manos que fueron eva
cuando
se escuchó el quejido de un ángel masturbándose
a las tres de la tarde
de todas las terrazas,
y una bisectriz de pólvora blanca,

como una vena de dios

como la droga de un astro

lastimó el cielo de esquina a esquina.



Pregunté
pero sólo llovía
delicadamente
y un silencio amanerado
cubría de harina
los muebles.

Pregunté
pero sólo llovía.


A lo sumo

-dijeron-

era una tarde para tocar la guitarra.

martes, 18 de agosto de 2009

Martes

Pretendo forzarme a publicar algo todos los días, para realmente forzarme a escribir algo todos los días. Por ahora, la meta es una semana. A ver que sale.



El cielo se enrula como un ángel epiléptico.

Cerca mío,
las cosas blancas se erizan
cuando la noche trata de lamerlas.

Una nube, infinitamente ofidia
hipnotiza pacientemente a todas las criaturas lentas.

Noche líquida, delicuescente, aceitada por la baba de las ranas.

Entre las manos te quejás
como un gato con fiebre
y me pedís un beso que moriría si te diera.

Noche que habla raro
cuando la aprieto con las uñas como apretara un tajo
obstinado
en irse en sangre
por el agua

noche que hunde sus canoas llenas de oro
en el infinito egoísta
de los aros
y los fuegos deslenguados

noche mamaria

noche a más no poder hembra

con el vientre abierto de cara al sueño y a los perfumes rojizos



noche puta

noche hermosa,

divinamente puta noche

que no me incluye.

domingo, 9 de agosto de 2009

lacosaqueviveenlasombra

Soy patético.
Soy ridículamente sólo.
Soy inconciliablemente sol de palangana,
mal mar
estúpido pájaro entrevisto en la várice del mármol.
Nadie es capaz de amarme
y no soy capaz de que me amen
porque el lobo come carne
y la sangre sangra,
porque en la ciudad cerca de las doce
fluorescen todos mis pasos
espantosamente.

Ay de mí que soy tan yo.

Ay de mí que me quejo tanto
que las paredes de los templos se quiebran
por mi culpa.

Ay de mí que me escribo poemas
Ay de mis poemas que se dejan escribir
Ay de todas las veces
en que grité mi nombre
en una calle en ayunas.

Yo soy el que se queja.
Bienvenidos a mi tumba.
Favor de limpiarse los pies, no hacen falta más motivos
para embarrarme la luna.

Yo soy el que nada lo puede,
el que nadie quiere más que con la punta de los dedos.
Yo soy ese que vuelve a casa
rodeado de perros
como un profeta de chiste.

Soy patético.
Soy ridículamente sólo.
Aburridamente loco.



Soy eso que como de mi cabeza
cuando la hora se clava

como una brújula
que señala

todos los candados de la tierra.